Comunidad de escritores a la carta

Blog de propuestas y sugerencias. La escritura como ejercicio. Ideas, palabras, restricciones, plagios y otras formas de escribir sin partir de cero.

domingo, diciembre 04, 2005

Historia del príncipe Vladimir y la princesa Stefania (I)

Una de las principales razones por las cuales Vladimir había llegado hasta allí no era por la riqueza en sí o por el renombre que daría a su familia si no porque realmente la amaba. A esta resolución había llegado mientras, sujetando los correajes de su caballo, andaba plácidamente admirando el paisaje, el bosque que precedía al casillo del padre de Stefania.

Aquel encuentro secreto estaba determinado por él de antemano: quisiera el padre o no... si ella aceptaba, la raptaría y calbagarían lejos hasta el confín del mundo si hiciera falta... a un lugar donde ni el fuera principe ni ella princesa. Cabalgaría a un lugar donde nadie los reconociera y puedieran vivir su amor anónimamente.

El robusto arbol se alzaba a lo lejos y, la silueta de Stefanía disfrazada de hombre, con su larga melena recogida bajo un gran sombrero de ala ancha le hizo acelerar el paso y, sin detenerse, al llegar, la abrazó y la besó, haciendo que esto sucediera mientras caía a un suelo de hierba fresca y mullida.

No se veían desde que aquel malvado hechicero se prendara de la belleza de Stefanía. Entre sortilegios y amenazas, había engañado al padre de ella de tal forma que, para perservar el reino de inumerables amenazas, plagas y demás horrores, ofreció la mano de ella en matrimonio al carcamal del hechicero, personaje que quituplicaba la edad de ella y que, por supuesto, ella se negaba en lo más profundo de su ser, pero que aceptaba ante sus padres por "la salvación del reino".

Vladimir, ante la antenta mirada de ella, comenzó a explicar en detalle el recorrido de su imaginaria aventura, relatando todo lo que verían, comerían, beberían y vivirían en su transcurso... a esto, ella lo miraba con los ojos abiertos de par en par, asimilando cada palabra y cada detalle e imaginandoselo en su cabecita.

-¿Y crees que podrás lograr eso? jajajajaja- Se oyó decir, como el sonido de un trueno....

Era el hechicero. Su figura carcomida por el tiempo, su larga melena blanca se confundía con su barba... ambos les descansaban por encima de una prominente barriga. Atabiado con una especie manto azul oscuro que lo cubría complentamente y, apoyado en un bastón más alto que él y con un gran disco de color azul clarito incrutado en su parte superior, aparecía tras un arbol cerca de ellos.

Vladimir, rápidamente, asió su espada entre las manos esperando cualquier cosa de él; por otra parte, Stefanía se refugiaba detrás del gran arbol ante el cual estuvo esperando a Vladimir.

-¡¡¡Muere!!!-Grito el hechicero y, sin soltar su bastón, dirigió el cristal de su bastón hacia la otra mano... la cual tocó el cristal y este, al poco, se tornó de un rojo intenso, como si el cristal fuera a fundirse de un momento a otro bajo el calor de las llamas del infierno. Los ojos del hechicero se tornaron blancos y, con el bastón, apuntó hacia Vladimir y una gran bola de fuego, como surgida de la nada, fue proyectada desde el bastón hacia Él. Este, sujetando la espada con las dos manos golpeo con ella a la bola de fuego en cuanto la tuvo cerca y, como había aparecido, desapareció.

Siguieron varios intentos y ambos contricantes empezaron a cansarse. Vladimir intentaba acercarse al hechicero para darle un golpe mortal, pero una nueva bola, con más fuerza que la anterior, le iterceptaba el camino y, desde mismo golpe, deshacía el camino recorrido.

El hechicero, por su parte... intentó cambiar de táctica: Elevó el bastón por encima de su cabeza y lo cogió por ambas manos. Pronunció el sortilegio adecuado y clavó con todas sus fuerzas el bastón en el suelo. El cielo empezó a oscurecerse y un rayo cayó a los pies del hechicero, justo en el lugar donde había clavado el bastón. El cielo se hundió un poco bajo los pies de este y quedó cubierto de una bola de luz, que, misteriosamente empezó a crecer hasta tomar la altura misma de los arboles del bosque. Un rugido surgió de la bola y grandes bandadas de pajaros huyeron de sus nidos. La luz empezó a disiparse y del interior surgió un gigantesco dragón.

Ante tal visión, Vladimir volvió sobre sus pasos hasta el gran arbol y, de un tirón, agarró la manga de la blusa que llevaba Stefanía y, como impusada por un resorte, se puso a correr tras Vladimir y, el dragón siguió detrás de ellos.

Cruzaron el bosque en la dirección de las montañas, buscando una vía de escape. El dragón corría torpemente detrás de ellos y, a cada paso, retumbaba el bosque entero.

Ya en las faldas de la colina, se internaron en una gruta pensando que el dragón no podría penetrar allí pues la boca se iba estrechando conforme iban adentrandose en ella. El dragón los siguió hasta donde la gruta se lo permitía.

Emitía ruidosos gruñidos que se pontenciaban con el eco de la cueva. Ante la posibilidad de que se le escaparan, el dragón embestió la cueva con todas sus fuerzas y esta empezó a derrumbarse. Vladimir y Stefanía tuvieron que deshacer el camino andado acercandose al lugar donde se encontraba el dragón. El olor de sus victimas era muy fuerte y el dragón intrudujo su cabeza por la gruta, topándose cara a cara con los perseguidos.

Estaban atrapados pues la gruta empezaba a derrumbarse tras ellos y el dragón tapaba la salida. Este, con la cabeza introducida en la gruta, lanzó un grito ensordecedor que aceleró el derumbamiento de la caberna. Una roca cayó sobre Vladimir dejándolo inconsciente y otra sobre el dragón, aunque solo lo dejó un poco atontado. Stefania, que había caido a causa del derrumbamiento, le arrebató la espada a Vladimir (inconsciente) y se abalanzó sobre la cabeza del dragón y le propinó un golpe de espada que se hundió en el cuello del dragón. Este abrió la boca y vomitó contra Stefanía un repugnante líquido amarillo y humeante mezclado con sangre que apestaba y la lanzó al suelo... inundando prácticamente toda la caverna con el líquido. Rápidamente se levantó y volviendo a coger el arma, terminó segándole el cuello al dragón, separándo la cabeza del tronco que cayó cerca del principe inconsciente. Del cuerpo del dragón surgieron mil haces de luz que deshicieron el cuerpo de este y liberaba la gruta y la salida. El vomito y la sagre empezaron a solidificarse en monedas de oro, el vómito, y en pequeñas piedras preciosas de color rojo, la sangre.

El príncipe se despertó junto a la cabeza del dragón. Yacía sobre un lecho de monedas de oro y piedras preciosas. La princesa le enjugaba la cara con su pañuelo de seda. FIN

Propuesto por Azena